Breve relato del singular acontecimiento independentista, la cual sucedió en el pueblo de Huara, hecho vital para la causa libertaria y perjudicial para la moral realista.
HECHOS
El 2 de diciembre de 1820, una de las mejores unidades del ejército español en el Perú abandonó las filas del rey con todos sus efectivos y armamentos y se incorporó al Ejército Libertador en el valle de Huaura. Este episodio, singular y único en la historia de la emancipación americana, se conoce como el "Paso de Numancia". Este batallón es resto de un famoso Regimiento Numancia de tiempo atrás, que era un cuerpo selecto formado por gente escogida de Nueva Granada en los años anteriores a la Batalla de Boyacá, en la que perdió su segundo batallón. El primero, salvado en dicha batalla (7 de agosto de 1819) -como queda expresado- fue enviado al Perú con más de 600 plazas y una oficialidad distinguida y brillante que más tarde ocuparía altos puestos en los ejércitos y gobiernos del Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. El Numancia arribó a Lima, luego de un largo viaje desde el valle de Cauca, en julio de 1820. Trajo solamente cuatro compañías pues las restantes las fue dejando, por orden del virrey, en importantes ciudades de su trayecto: Guayaquil, Piura y Trujillo. Su armamento era de factura inglesa y de los mejor de la época. Vistoso su uniforme, comparable sólo al del Batallón Gerona que los realistas levantaron en Nueva Granada.
En sus filas servían de soldados rasos algunos oficiales americanos en castigo por sus actividades revolucionarias y la mayoría de los numantinos eran de origen neogranadino y venezolano, por lo cual, y a pesar de su reconocida disciplina y comportamiento militar anterior, no dejaban de ser sospechosos a las autoridades del virreynato. Al arribo de la Expedición Libertadora en Pisco, los patriotas de Lima procuraron relacionarse con los numantinos y su cuartel -el de Guadalupe- se convirtió en un foco de conspiraciones en favor de la patria. San Martín conocía la inclinación de muchos oficiales y tropa del Numancia por la independencia americana, principalmente a través de los informes secretos que le enviaba Riva Agüero. El plan elaborado consistía en que el batallón fuera destinado a Chorrillos, donde sería recogido por uno de los buques de la escuadra Liberadora. El emisario encargado de hacer llegar el mensaje a Pisco, un cadete, fue sorprendido en el camino y apenas pudo salvar su vida gracias a la mediación de un magistrado peruano que intervino en el proceso marcial. Fracasada esta tentativa, sus principales comprometidos fueron encerrados en el Real Felipe, mientras se sustanciaba la causa de conspiración.
Para debilitar la fuerza y moral de la unidad, el virrey dispuso se remitiera una de sus compañías a Piura y otra a Trujillo, a las órdenes del entonces intendente Torre Tagle. Establecido San martín en Huaura, el Numancia operá en el norte de Lima a las órdenes de Valdez. El 2 de diciembre de 1820, en el curso de un operativo, el batallón regresaba a Lima desde Chancay, a la retaguardia de las otras fuerzas realistas. Debido al calor reinante se hizo alto al pie de la cuesta del Trapiche y, tal como secretamente se había vuelto a convenir, llegó hasta esa localidad una avanzada de la caballería de Alvarado. Siendo esa la oportunidad planeada, todos los integrantes del Numancia arrojaron las banderas del rey y, sorpresivamente, se alejaron con las fuerzas patriotas. Los numantinos ingresaron en Huaura el 11 de ese mes, con enorme júbilo del pueblo y las tropas libertadoras allí estacionadas. Como San Martín se encontraba ese día en Supe, fue el general Las Heras quien lanzó la proclama: “El honor y la gloria de los individuos que lo componen, la libertad e independencia de América, todos los más grandes intereses que han sido por más de diez años el objeto de nuestros esfuerzos, todo se halla asegurado por la unión del batallón más antigüo del ejército”. El día 4 de noviembre de 1820, San Martín dictó la Orden del Día y cedió al Batallón Numancia la custodia de la bandera del ejército, le dio el renombre singular de batallón "Fiel a la patria" y entregó a sus hombres la medalla "A la lealtad de los más bravos". El Libertador procedió a reorganizar la unidad con cuatro compañías, según era en su origen: el mando fue confiado al coronel Tomás de Heres; segundo jefe fue el comandante Ramón Herrera y tercero, el mayor Miguel Delgado. Fueron ascendidos a capitanes Simón Pacheco y Antonio de la Guerra y, como mayores, Pedro Taramona y Pedro Hernández. Se elevaron sus efectivos a 800 plazas. El paso del Numancia consternó a los realistas y el virrey decretó severísimas penas para los que, en el futuro, fueran tomados prisioneros: para los numantinos no habría cuartel y así, uno de sus oficiales capturado, fue pasado por las armas sin juicio alguno.
Ante el reclamo de San Martín contra esta bárbara medida, Canterac contestó que el castigo era justo y merecido. Los altibajos de la guerra obligaron a suspender la pena de muerte a los numantinos pues, ya en el gobierno Bolívar, éste amenazó con fusilar a todos sus prisioneros realistas si no se dejaba de aplicar esa venganza. La presencia del Numancia entre las fuerzas patriotas fue decisiva durante las operaciones militares del siguiente año. Llegó al campamento de Huaura cuando las tropas patriotas pasaban momentos críticos por las graves epidemias y sin posibles reemplazos en sus cuadros de oficiales. También fue decisiva, pero en sentido contrario, para el ejército español que perdía una de sus mejores unidades de combate que, al cambiar de banderas, introducía el desaliento entre sus antiguos compañeros. Con el paso del Numancia, los realistas vieron claro que la causa del rey estaba ya perdida en el Perú.
HECHOS
El 2 de diciembre de 1820, una de las mejores unidades del ejército español en el Perú abandonó las filas del rey con todos sus efectivos y armamentos y se incorporó al Ejército Libertador en el valle de Huaura. Este episodio, singular y único en la historia de la emancipación americana, se conoce como el "Paso de Numancia". Este batallón es resto de un famoso Regimiento Numancia de tiempo atrás, que era un cuerpo selecto formado por gente escogida de Nueva Granada en los años anteriores a la Batalla de Boyacá, en la que perdió su segundo batallón. El primero, salvado en dicha batalla (7 de agosto de 1819) -como queda expresado- fue enviado al Perú con más de 600 plazas y una oficialidad distinguida y brillante que más tarde ocuparía altos puestos en los ejércitos y gobiernos del Perú, Ecuador, Colombia y Venezuela. El Numancia arribó a Lima, luego de un largo viaje desde el valle de Cauca, en julio de 1820. Trajo solamente cuatro compañías pues las restantes las fue dejando, por orden del virrey, en importantes ciudades de su trayecto: Guayaquil, Piura y Trujillo. Su armamento era de factura inglesa y de los mejor de la época. Vistoso su uniforme, comparable sólo al del Batallón Gerona que los realistas levantaron en Nueva Granada.
En sus filas servían de soldados rasos algunos oficiales americanos en castigo por sus actividades revolucionarias y la mayoría de los numantinos eran de origen neogranadino y venezolano, por lo cual, y a pesar de su reconocida disciplina y comportamiento militar anterior, no dejaban de ser sospechosos a las autoridades del virreynato. Al arribo de la Expedición Libertadora en Pisco, los patriotas de Lima procuraron relacionarse con los numantinos y su cuartel -el de Guadalupe- se convirtió en un foco de conspiraciones en favor de la patria. San Martín conocía la inclinación de muchos oficiales y tropa del Numancia por la independencia americana, principalmente a través de los informes secretos que le enviaba Riva Agüero. El plan elaborado consistía en que el batallón fuera destinado a Chorrillos, donde sería recogido por uno de los buques de la escuadra Liberadora. El emisario encargado de hacer llegar el mensaje a Pisco, un cadete, fue sorprendido en el camino y apenas pudo salvar su vida gracias a la mediación de un magistrado peruano que intervino en el proceso marcial. Fracasada esta tentativa, sus principales comprometidos fueron encerrados en el Real Felipe, mientras se sustanciaba la causa de conspiración.
Para debilitar la fuerza y moral de la unidad, el virrey dispuso se remitiera una de sus compañías a Piura y otra a Trujillo, a las órdenes del entonces intendente Torre Tagle. Establecido San martín en Huaura, el Numancia operá en el norte de Lima a las órdenes de Valdez. El 2 de diciembre de 1820, en el curso de un operativo, el batallón regresaba a Lima desde Chancay, a la retaguardia de las otras fuerzas realistas. Debido al calor reinante se hizo alto al pie de la cuesta del Trapiche y, tal como secretamente se había vuelto a convenir, llegó hasta esa localidad una avanzada de la caballería de Alvarado. Siendo esa la oportunidad planeada, todos los integrantes del Numancia arrojaron las banderas del rey y, sorpresivamente, se alejaron con las fuerzas patriotas. Los numantinos ingresaron en Huaura el 11 de ese mes, con enorme júbilo del pueblo y las tropas libertadoras allí estacionadas. Como San Martín se encontraba ese día en Supe, fue el general Las Heras quien lanzó la proclama: “El honor y la gloria de los individuos que lo componen, la libertad e independencia de América, todos los más grandes intereses que han sido por más de diez años el objeto de nuestros esfuerzos, todo se halla asegurado por la unión del batallón más antigüo del ejército”. El día 4 de noviembre de 1820, San Martín dictó la Orden del Día y cedió al Batallón Numancia la custodia de la bandera del ejército, le dio el renombre singular de batallón "Fiel a la patria" y entregó a sus hombres la medalla "A la lealtad de los más bravos". El Libertador procedió a reorganizar la unidad con cuatro compañías, según era en su origen: el mando fue confiado al coronel Tomás de Heres; segundo jefe fue el comandante Ramón Herrera y tercero, el mayor Miguel Delgado. Fueron ascendidos a capitanes Simón Pacheco y Antonio de la Guerra y, como mayores, Pedro Taramona y Pedro Hernández. Se elevaron sus efectivos a 800 plazas. El paso del Numancia consternó a los realistas y el virrey decretó severísimas penas para los que, en el futuro, fueran tomados prisioneros: para los numantinos no habría cuartel y así, uno de sus oficiales capturado, fue pasado por las armas sin juicio alguno.
Ante el reclamo de San Martín contra esta bárbara medida, Canterac contestó que el castigo era justo y merecido. Los altibajos de la guerra obligaron a suspender la pena de muerte a los numantinos pues, ya en el gobierno Bolívar, éste amenazó con fusilar a todos sus prisioneros realistas si no se dejaba de aplicar esa venganza. La presencia del Numancia entre las fuerzas patriotas fue decisiva durante las operaciones militares del siguiente año. Llegó al campamento de Huaura cuando las tropas patriotas pasaban momentos críticos por las graves epidemias y sin posibles reemplazos en sus cuadros de oficiales. También fue decisiva, pero en sentido contrario, para el ejército español que perdía una de sus mejores unidades de combate que, al cambiar de banderas, introducía el desaliento entre sus antiguos compañeros. Con el paso del Numancia, los realistas vieron claro que la causa del rey estaba ya perdida en el Perú.
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